Situándonos
ya en el siglo XIII, en 1218 Fernando III concedió a la Orden de Calatrava el
derecho para sacar anualmente 2 cahíces toledanos de sal (hay autores que
mencionan 12 cahíces) en las Salinas de Medinaceli. Concesión que confirma
Alfonso X en una carta otorgada en Valladolid en1255.
Mediado el siglo XV, como
se menciona en la Legislación Hacendística de la Corona de Castilla en la Baja
Edad Media, el rey Juan menciona las rentas que producían, establece precios y cantidad que
permite extraer y habla
de “sus arrendadores” y las “dichas mis salinas” a las que denomina de “Allandete”.
Así vemos como fueron propietarios la corona, la aristocracia y la iglesia.
En
1570 pertenecían al Duque de Medinaceli, momento en que las cedió ala Corona a
cambio de otras prebendas. Ésta ejerció el monopolio desde que Felipe II
estableció el llamado Estanco de la sal en 1564, hasta avanzado nuestro
convulso siglo XIX, cuando tuvo lugar el llamado Desestanco de la sal, momento
en que las salinas pasaron a manos privadas. Éstas, en concreto, fueron vendidas por el Estado en 1871 a una
sociedad privada, y fueron cambiando de dueño hasta que en 1974 las adquirió su
propietario actual D. José Hernangil, que amablemente nos acompaña hoy.
Él
es su propietario desde esta fecha, pero ha estado ligado a esta explotación
de carácter preindustrial desde muchos años antes, cuando en su juventud
comenzó a trabajar en ella, siendo primero administrativo, luego administrador,
más tarde explotador y por último la adquirió. Toda una vida. Mientras, poco a
poco, el mineral fue perdiendo valor y se abandonó la producción en esta mina
de sal en 1994. A ello contribuyó su bajo rendimiento en relación con las
salinas costeras.
IV
LA TÉCNICA TRADICIONAL DE EXTRACCIÓN DE SAL Y
LAS
ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS RELACIONADAS.
Vamos
a contar el proceso de extracción de la Sal, haciendo referencia a las estructuras
arquitectónicas relacionadas con él:
Consta
esta mina de cuatro pozos de agua salada o cuatro salinas. Tres están en esta
zona en la que nos encontramos y un cuarto junto al caserío que constituye el
pueblo de Salinas. Esta cuarta salina se abandonó bastante antes, a mediados
del siglo XX, por la baja densidad de la salmuera y su consiguiente menor
rendimiento en sal. Dos de los pozos incluso llevan el nombre de alguno de sus
diferentes propietarios, así se llaman Eloísa uno y Santiago otro.
Son
de origen triásico, período geológico en que el mar que inundaba estas tierras
entró en regresión. Esto ha originado una corriente subterránea de agua salada
que procede de un manantial madre cuya situación no conocemos. Esta corriente
de agua salada aflora en los 4 pozos o salinas ya mencionados.
Hasta
hace relativamente pocos años el agua se extraía de estos pozos con norias de
tracción animal, movidas por caballerías. A partir de 1951 se instalaron ya
bombas con motor de gasolina que subían el agua a la superficie. Desde cada
pozo un sistema de canalizaciones de cemento, que antes fueron de barro cocido
o madera, más resistentes estos dos últimos materiales a la corrosión de la
sal, enviaba el agua salada a los reposaderos o recogederos, como se han
denominado popularmente. Son estos embalses de mayor tamaño, donde se
almacenaba el agua salada durante todo el año hasta el momento de ser
distribuida a las albercas, también llamadas eras, mediante un sistema de canales
similar al citado. Son las albercas, estos embalses rectangulares o
cuadrangulares de poca profundidad.
A
mediados del siglo XIX había aquí 94 eras de cristalización de sal. Están
constituidas por un empedrado bordeado con madera, material éste que resiste
bastante bien la corrosión que se genera. También listones de madera separan
unas albercas de otras, hincados en la tierra y el empedrado, para controlar la
cantidad de líquido vertido. Se colmataban
con la salmuera hasta unos 10 cm. de altura. La cantidad de agua con que
se llenaban las eras o albercas era determinante en la cantidad y la calidad de
la producción obtenida. Éste último proceso de distribución del agua salada
a las albercas se realizaba exclusivamente en verano, cuando
el calor consigue la evaporación del agua y permite conseguir los preciados cristales
de esta roca comestible que es la sal. Este sistema de producción por
evaporación se denomina “a lleno”.
La
piedra del fondo de las albercas y los andenes, o calzadas como se las denomina
aquí, usados para la recogida del mineral, se comenzó a usar, al parecer, desde
el monopolio real, al igual que los listones de madera. Antes de este monopolio
o Estanco, en la mayoría de salinas de la Península, el suelo era terroso y la
división de las albercas estaba hecha con la propia arcilla triásica, lo que
confería a la sal obtenida un color terroso y múltiples impurezas. La piedra se
mantuvo frente al cemento, el cual no resiste la corrosión salina.
Cuando
se acercaba el calor tenía lugar el proceso de preparación y limpieza
de las albercas, que consistía en un primer barrido con escobas para sacar el “tarquín”,
como se denomina aquí al barro o légamo que encenagaba los estanques durante
los períodos de inactividad. En un segundo paso se aplicaba agua dulce a
presión sobre el fondo de las albercas. Antes de poder hacerse con agua a
presión se inundaban con agua y se vaciaban hasta conseguir la mayor limpieza
posible. Después de San Isidro o a finales de mayo se llevaba a cabo la “quiebra”
de la sal, despegando ésta de las piedras con los rastros de madera, si el tiempo
era frío la capa de sal era más dura y había que picarla con azada.
La
época de recogida de los valiosos cristales de sal solía comenzar haciafines de
julio, sometida a la intensidad del calor que hiciera ese año. El tiempo de
evaporación era variable y dependió de la climatología, en verano en estas
salinas podía durar varios días, entre 6 y 12, según el calor y las lluvias,
siendo lo más frecuente 7 días. Una vez evaporada el agua, los salineros se
adentraban en las albercas para recoger la cosecha de sal con rastros de
madera, lo que también se denominaba “desorillar”, arrastrando la sal de las
orillas para conducirla al centro de la alberca, y luego con la rastra de
madera (más grande que los rastros) llevarla a las calzadas y allí amontonarla
para facilitar su secado durante un día aproximadamente.
Cuando
se hacía la última recogida se realizaba otro barrido de albercas con
escobones, para dejarlas en las mejores condiciones para recibir de nuevo el
agua salada o esperar las labores del año siguiente.
Tras
estas faenas, los salineros paleaban la sal para cargarla en distintos medios
de transporte dependiendo del momento, así se utilizaron caballerías con
serones, hasta 40 animales se dedicaron a este menester. Ya en el año 1955
fueron sustituidas por un pequeño tractor a gasolina con pala. Un elemento
exótico en aquellos tiempos. En ambos casos conducían la sal gorda, los
preciados cristales, a los almacenes donde se entrojaba.
Aquí,
en medio de la explotación podemos ver uno de los almacenes de sal, queda otro
en el interior del pueblo, conocido con el nombre de “El Salero”, que hoy se
halla transformado en su zona superior, reutilizada como viviendas. Éste último
fue abandonado como almacén en torno a 1957. Estas edificaciones siempre fueron
de piedra y muy sólidas para resistir los fuertes empujes que origina este
mineral sobre las paredes.
Desde
aquí se trasladaba, durante el monopolio de la Corona, a los alfolíes, almacenes
redistribuidores del producto, desde donde se enviaba a su destino definitivo.
A
mediados del siglo XIX, todavía en manos reales, la explotación contaba también
con una casa de administración, otra casa para los oficiales que vigilaban la
producción para evitar mermas, coloquialmente “que nadie se llevara ni un grano”,
y una caseta para los aperos de trabajo.
Los
cambios producidos por los avances tecnológicos, por los traspasos de propiedad
y las diferentes posibilidades económicas de los dueños, a lo largo de la
dilatada vida productiva de las salinas suponen, para algunos estudiosos,
cambios en la fisonomía de las estructuras construídas y en los materiales
utilizados en ellas, aunque faltan estudios en este campo para poder hablar de
hechos y no de conjeturas.
No
debemos olvidar que las construcciones populares son las más
interesantes
por su austera belleza, su sencillez y funcionalidad.
También
cabe resaltar la importancia de estas explotaciones salinas en la antropización
del hábitat, la ocupación y transformación del paisaje por el hombre. A ellas
se debe la existencia del caserío que hoy es el pueblo de Salinas. Ellas
añadían un necesario complemento salarial para los habitantes del lugar,
dedicados a la agricultura y el pastoreo de ganado lanar.
V
EL FUTURO DE LAS SALINAS DE MEDINACELI
Y
llegados a este punto nos preguntamos ¿Cuál será el futuro de estas sencillas,
humildes, en su momento prácticas y funcionales, y hoy casiinútiles
estructuras? ¿La ruina? Queremos intentar que no sea así, y en esa vía se está
trabajando, para ello se están consolidando los lienzos y tejados de los pozos,
queda actuar sobre los empedrados y otros elementos que va mordiendo el tiempo
y el desuso. Labor ingente para los propietarios.
Pero
todos deseamos un futuro mejor, para este elemento de nuestro patrimonio
industrial, como se viene denominando en los últimos tiempos, susceptible de
ser estudiado con metodología arqueológica. Para ello debemos seguir reclamando
de las Administraciones públicas un poco más de atención y protección, y, ¿por
qué no? también de las instituciones privadas.
En
la actualidad se extrae salmuera, que se transporta en camiones cisterna para
esparcirla en las vías públicas, y evitar así el hielo. Este uso está ayudando
a mantener la arquitectura de los pozos.
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Antiguo cartel. |
Las
aguas fueron declaradas minero medicinales en la última década (2006) gracias a
la iniciativa del propietario de las salinas Don José Hernangil y su hijo, que
como hemos dicho ya, hoy han podido acompañarnos en este pequeño homenaje a una
forma de vida ya desaparecida. Quizás sus propiedades terapéuticas, ya que son
muy aconsejables para los problemas de piel y reumáticos al poseer efectos
antiinflamatorios y analgésicos, consigan dar una utilización más a estas aguas
y permitan conservar estas estructuras como patrimonio industrial, etnográfico
e histórico, patrimonio cultural en definitiva, y de ese modo todos podamos recordar
que hubo otra forma de vida en torno a estas albercas y estos pozos de agua
salada.
Gracias
a todos por venir a este escenario celtibérico, romano, cidiano…,que hoy cuenta
con vuestra grata presencia, y que mañana quedará de nuevo sumido en su
habitual y silenciosa soledad… y gracias por compartir con nosotros este día.
Nuestro más completo agradecimiento a Alicia Casado que se ha desvivido por facilitarnos toda la información necesaria sobre las Jornadas y nos ha puesto en contacto con la autora de este artículo. A esta última, a Angeles Serrano, agradecer igualmente de todo corazón que nos haya permitido reproducirlo aquí.
©
Todos los derechos reservados, las fotos han sido cedidas amablemente
por los vecinos de Salinas de Medinaceli -vía Alicia Casado y el texto por Angeles Serrano Anguita, no usar ni copiar sin su autorización.